PUERCO CAMALEÓN
- Evolución en línea

- 30 sept
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Por Oscar Villeda
De niño me contaban la historia de un puerco distinto a los demás, un ser que ambicionaba dominar la comuna donde abunda el pescado, pero que por su propia condición de “cochino de bien” -lejos de privaciones y consentido por sus progenitores-, jamás salió por sí mismo a conseguir alimento. Todo lo que deseaba le era dado, y así creció menospreciando a los demás y su entorno, se sentía soñado y esperando que cada animalito del bosque le obedeciera.
Y cierto es que diversas bestias -por la influencia que ejercía el padre- le permitían sus arrebatos y berrinches al puerquito, que si bien me permiten decir- erró su genética pues debió ser camaleón, porque, como lo había comentado, este marranito tenía una particularidad: cada tres años cambiaba de color. Al principio era gracioso y en la comarca lo tildaban de bufón, pero con el paso del tiempo daba pena ajena.
Su primera transformación y aparición en público fue con una piel tono multicolor: sus patas, trompa y orejas, tenían un color verdoso; su cuerpo y lomo era blanco, y su rabo exponía un rojizo intenso. Años más tarde, el cerdo -figurativamente- conocería a su creador, una alegre liebre que lo llevaría a tocar el cielo, y fue en el aquel instante que el chancho se tornó amarillo con pezuñas negras; sin lugar a dudas, se podría decir que fue su etapa más feliz.
El cochinillo amasó una inmensurable cantidad de maíz para su futuro, y sus triquiñuelas por poco dejan seco el paraje, pues cuanto más poseía, más quería, sólo que sus bufonerías perdieron encanto y dejó de ser apreciado por los animalitos del bosque, quienes lo aborrecían y castigaron con el destierro. Todos pensaron que ese sería su fin, pero el cerdo espero lo suficiente para mudar nuevamente de tonalidad y, con ello, dejar atrás su pasado; ahora se muestra azafranado y sus 44 dientes están deseosos de triturar el alimento de toda la comarca, pero ¿podrá engañar a la comuna o será presa del viejo sabueso?





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